Desde pequeña he sabido que quería ser arquitecta. En el colegio me entretenía en clase dibujando planos en planta de espacios inventados; no contemplaba otra opción. Es verdad que mi padre también es arquitecto, y he estado muy cerca de la profesión desde que tengo memoria. 

Con mucho esfuerzo, conseguí entrar en la carrera de arquitectura. Nunca he sido una estudiante de 10, pero tampoco del montón malo; me organizaba para dedicar a cada asignatura el tiempo necesario y, al mismo tiempo, disfrutar de la vida.

Mi visión de la arquitectura cambió por completo cuando empecé a viajar. La arquitectura europea tiene sus particularidades según cada país, pero comparte una base similar. En cambio, la arquitectura latinoamericana, con su explosión de color y espacios polivalentes, o la asiática, con nuevos materiales, formas atrevidas donde aún no ha acabado el Posmodernismo… me dejaron completamente fascinada. Abrieron mis horizontes y transformaron mi manera de proyectar y de comprender los espacios.

Tras muchos años de estudios, terminé la carrera. Si bien, utilicé las oportunidades que me ofrecieron en la universidad para trabajar y colaborar en estudios de renombre como L35 (responsables de la renovación del Estadio Bernabeu) y el Departamento de Arquitectura de la Univerdidad de Alcalá de Henares, donde se gestiona su patrimonio.

Salí de la carrera con ganas de comerme el mundo, ¡pero el mundo me comió a mi¡ Me encontré con un sector muy competitivo, donde se trabaja infinitas horas y es difícil llegar a puestos de diseñador, que es el sueño de todo arquitecto. 

Quería poder participar en los proyectos de principio a fin, emprendiendo como profesional liberal y teniendo mi propia firma. Para ello, mi plan era trabajar durante 5/10 años en despachos para después dar el salto, pero qué equivocada estaba. En primer lugar, hay mucho (repito MUCHO) de la profesión liberal como arquitecto que no iba a aprender desde un despacho. En segundo lugar, tenía en casa a mi mejor mentor, mi padre, de quien he aprendido y debo todo mi conocimiento. 

Lo que ocurrió a continuación tuvo una pizca de suerte. Me empecé a publicitar en internet como arquitecta autónoma, y poco a poco empezaron a llegar personas que confiaban en mí y en mi trabajo. Tuve la oportunidad de iniciarme en el sector, crear una red de contactos y aprender desde la práctica.

En una profesión en constante evolución, siempre hay algo nuevo que aprender, y aquí sigo, dispuesta a seguir haciéndolo y disfrutar con cada proyecto. Tu proyecto es parte de esta historia… 

Continuará.